jueves, 27 de febrero de 2014

Non-Stop: Sin escalas - Crítica


Volando con Neeson

La nueva aventura (esta vez aérea) que involucra a Liam Neeson como protagonista se mantiene a la misma altura que la que el avión vuela en casi toda la proyección, esto es, manteniendo un acertado equilibrio entre acción, tensión y esa dosis de desconcierto que se genera en el espectador cuando intenta descifrar quién es el asesino. El gigante de 1,93 m. vuelve a demostrar por qué le sientan tan bien este tipo de papeles, convenciendo otra vez como un hombre común, con frustraciones y problemas a cuestas, pero capaz de desenvolverse con ímpetu cuando con sus manoplas reparte algunas que otras trompadas limpias.
La trama tiene al actor irlandés como Bill Marks, un agente federal de aerolíneas con dificultades para controlarse con el alcohol y con ciertos dramas personales que acarrea hace años. Una vez a bordo, la intriga y el suspenso cobran vida cuando a Bill le empiezan a llegar mensajes de texto en los que se le asegura que una persona morirá cada veinte minutos a no ser que sean transferidos 150 millones de dólares a una cuenta bancaria que le especifican.


Jaume Collet-Serra (La huérfana y Unknown, entre otras) sabe cómo entretener a base de la conjunción de aquellos componentes esenciales con los que debe contar todo buen thriller. A estos les adhiere el uso de nuevas tecnologías, con el dispositivo móvil (y sus funciones) como elemento vital en el desarrollo de la historia. Pero el atractivo principal radica en la propuesta con la que desafía al público a descubrir, en una suerte de juego de gato y ratón, quién es el real criminal y creador de tamaño plan acechante. Y el director acierta, puesto que maneja los primeros planos de los personajes como en una doble faz de despiste y detalle, en donde el observador debe estar atento a cada movimiento para dilucidar y hallar al culpable.
Trepidante, ágil, pochoclera y tensa aunque no asfixiante como Phone Booth o 911 Llamada mortal, por citar dos ejemplos, Non-Stop: Sin escalas conserva el nivel de expectación durante todo el metraje, incluso añadiendo una atinada bocanada de virajes y vueltas de tuerca ingeniosamente construidas. A pesar de rozar el inverosímil en algunas situaciones, la película gana más en entretenimiento de lo que pierde en este tipo de pormenores a los que se les puede hacer la vista gorda y redondear para arriba su score final.

LO MEJOR: Liam Neeson secundado por una nuevamente convincente Julianne Moore. El suspenso y la acción que maneja. Muy entretenida. Bien filmada, grandes giros.
LO PEOR: incongruencias en algunas determinaciones.

PUNTAJE: 8

miércoles, 26 de febrero de 2014

Inside Llewyn Davis - Crítica


Odisea gatuna

Los hermanos Coen construyen una película que vuelve a generar una especie de efecto tardío en el espectador. La sensación al toparse con los créditos va mutando a medida que los minutos corren y nuestra mente empieza a hilvanar ideas y a transitar por diversos pasajes de la historia hasta determinar su veredicto final.
Oscar Isaac sorprende gratamente y responde de gran forma encarnando, en su protagónico, a Llewyn Davis, un cantante de folk que intenta ganarse su espacio en el mundo de la música. Un bohemio neto que no tiene hogar y deambula pasando noches en donde amigos le brinden alojamiento esporádico. Nuestro antihéroe viaja de un lado hacia otro, buscando consolidación en su rubro a partir de que algún sujeto importante de la industria le conceda la oportunidad.


Hay algo de Barton Fink en lo solitario y desolado del personaje principal. También existe similitud si lo observamos como aquel artista que falla, que fracasa. La descripción e incursión narrativa acerca de los perdedores es un tema que los Coen entienden y pueden retratar muy bien; como ha mencionado Joel, saben volcar a la pantalla este tipo de crónicas, puesto que “las de los ganadores ya están todas contadas”. Y así nos encontramos con un sujeto con el que no es fácil tener empatía. Isaac le pone el cuerpo a una persona que si bien se muestra abandonada es impredecible. Entre arranques de bronca y un notorio dejo depresivo que se exterioriza a través de su tono al hablar, Llewyn, en su interior posee corazón. El sentimiento lo manifiesta cuando toma su guitarra, ensaya unos acordes y desploma por medio de la voz cantante su desamparada alma en unas cuantas melodías dignas de oír por la armonía que transmiten.
Las acentuaciones onírico-surrealistas no pueden faltar en este tipo de proyecciones cuando los hermanos oriundos de Minnesota están bajo la dirección. La apelación constante a la Odisea de Homero en su filmografía también se hace presente aquí, sazonada con la visión y resolución particular de los creadores de la cinta. Se agradece observar a un siempre entrañable John Goodman, además del buen aporte de secundarios que tienen sus momentos, como Carey Mulligan y Justin Timberblake. Oscar Isaac acapara el interés demostrando una excelente capacidad afectiva, llevando a cabo una actuación que lo define por una aguda expresión en su/s mirada/s.
Con un ritmo manso, de a ratos y especialmente en escenas de la primera mitad algo lagunera, Inside Llewyn Davis es curiosamente atrapante, hipnótica y profunda. La fotografía deleita por su oscuridad y juegos de sombras, en un invierno tan gélido como el rumbo del protagonista. Un film que no precisa de vueltas de tuerca ni giros inesperados para conquistar y enlazarnos. Con la estampa Coen.

LO MEJOR: la interpretación de Oscar Isaac. Los momentos musicales, tan armónicos como personales, cercanos al espectador. Detalles técnicos y simbolismos.
LO PEOR: de tramos lentos, sobre todo al principio.

PUNTAJE: 8,1

martes, 25 de febrero de 2014

Películas del Recuerdo - American Psycho (2000)


Alta y satírica sociedad americana

Basada en la sádica y detallista novela escrita por Bret Easton Ellis, American Psycho encontró su enmarcación como pieza de culto tras su vuelco a la pantalla bajo la dirección de Mary Harron (I shot Andy Warhol). Vendida o promocionada (¿erróneamente?) como pertinente al género de terror, la cinta es más bien una conjunción entre thriller y drama psicológico con tintes de un humor tan socarrón como negrísimo. Los elementos que le atañen a su presentación pavorosa guardan relación con ella en cuanto a guiños o referencias a proyecciones del mencionado rubro, así como también se evidencia una sugerente y oscura ambientación.
Patrick Bateman (Christian Bale) es un yuppie americano que cumple con todas las normas típicas de gente de su status económico, más precisamente con cada modismo que avalan y defienden hombres de negocios de Wall Street.  Se esfuerza por mantener esa conducta clasista que roza la perfección de la estética, necesita encajar en ese mundo en el que conseguir reservas para los restaurantes más finos, vestir los trajes más caros y competir por ver quién posee una tarjeta personal más distinguida parece ser primordial. Pero Patrick, tiene un siniestro gusto, que radica en asesinar cruelmente a personas, descargando de ese modo todo su bestial instinto psicópata.


El relato lanza una crítica hacia el vacío existencial que se esconde detrás de sujetos que, a pesar de poseer una holgada condición financiera que les permita flotar en un mar de pompas, no se hallan satisfechos en plenitud. La búsqueda frenética por ser recordado entre pares invade a nuestro protagonista de una forma tan acentuada que no hace más que descubrir el asomo de estados entremezclados de envidia, inferioridad y odio hacia quien presume disponer de algún objeto de mayor nivel o prestancia. Y cuando esos huecos emergen, se conectan de inmediato con la ira y Bateman precisa desenfundar su sadismo. Prostitutas a las que manipula gracias al cambio que le queda en su bolsillo (como bien rezaba un fragmento de la novela) son sus presas más comunes. Las acribilla luego de un juego perverso que combina su desparramo de cultas frases sobre determinados artistas musicales con una pulsión sexual vigorosa y desmedida.
Mary Harron aborda los hechos sin caer en lo explícito y en el carácter tan descriptivo propio del best-seller. Sin embargo, en las escenas más cruentas y de mayor tensión, la sangre salpica la pantalla acariciando levemente el gore e incrementando la insana figura del intérprete principal. Bale se luce engendrando un personaje igualmente instruido que demente, consolidando una performance destacable.
American Psycho es una buena e interesante obra que cuenta con la particularidad de estar muy bien filmada y aclimatada, quizás no apta para un público susceptible.

LO MEJOR: Christian Bale. Ambientación, bien contada. La sátira que porta, el humor negro. Un final que da lugar a pensarlo.
LO PEOR: de a ratos lagunera. De no ser por Bale, el relato pierde fuerza.

PUNTAJE: 7,3

jueves, 20 de febrero de 2014

Nebraska - Crítica


Million Dollar Oldie

Alexander Payne da cátedra acerca de cómo, a partir de la sencillez, se puede construir una maravillosa obra cinematográfica. Nebraska no se enreda ni pretende presumir demasiado. Tampoco lo necesita. Simplemente transcurre, a su ritmo, manso, de carácter agradable, simpático y sensible a la vez. Y con esa sinceridad que se hace presente en cada una de las escenas le basta y le sobra para conquistar al público.
Con seis nominaciones a los Oscars, el film nos enseña la historia de Woody Grant (labor magnífica de Bruce Dern), un anciano con divagues y síntomas de demencia que insiste en emprender viaje hacia Nebraska para cobrarse un millón de dólares tras recibir una carta que contiene, en su enunciación, un claro y evidente engaño. Pero por más que sus familiares intenten hacerlo entrar en razón, al bueno y testarudo de Woody nada parece detenerlo. Allí interviene uno de sus hijos, David, encarnado por Will Forte (el otro bajo la interpretación de Bob Odenkirk, el propio Saul Goodman de Breaking Bad), para acompañarlo en su obstinada y loca odisea.


Payne acierta cuando combina el tinte cómico con el drama. Logra que los silencios no se sientan incómodos ni densos. Los gags nunca quedan fuera de lugar al mezclarse con el dejo melancólico constante que caracteriza y tan bien le sienta al relato. La película triunfa desde la naturalidad y honradez con que se reflejan las situaciones: el sentimentalismo jamás se percibe forzado y por eso se expande con mayor fuerza. Fuerza que se complementa y crece con la fotografía en blanco y negro para adecuar la narración aún más a la realidad y adornarla así con un refinado baño de delicadeza.
Esta road movie recorre con franqueza absoluta las relaciones afectivas entre los seres humanos, con ironías, valores e intereses que aparecen repentinamente. Pone en evidencia el acercamiento por conveniencia de las personas hacia alguien que se vería involucrado en un suceso que lo beneficiaría económicamente. La codicia entra en juego; los pedidos y favores empiezan a asomarse cada vez más. Y Woody, entre su locura y su tozudez, afirma que será acreedor de la suma monetaria. La difícil tarea de David a la hora de escoltar al anciano es recompensada cuando comienza a conocer más a su padre, intercambiando charlas y revelaciones que oscilan entre momentos de trastornos y recuerdos que guardan algo de lucidez.
Woody se pierde, se cuelga y se confunde. Pero no baja los brazos. Su absurda esperanza transporta al espectador a una aventura absorbente, dulce y encantadora. Solo es cuestión de dejarse llevar y disfrutar lo que ofrecen las circunstancias, el dúo protagónico y los secundarios. Muchas veces las cosas más sencillas ocasionan o despiertan los sentimientos más profundos. Y Nebraska es uno de esos casos: la simpleza y sinceridad de su historia cala hondo, conmueve y termina dejando un gran sabor.

LO MEJOR: las actuaciones, principalmente de Bruce Dern. El blanco y negro. La carga emotiva que conlleva. La música, tenue y cautivante. Tierna, casi perfecta.
LO PEOR: en algunas instancias de la primera hora tarda en encontrar el rumbo justo.

PUNTAJE: 8,8

lunes, 17 de febrero de 2014

Agosto (August: Osage County) - Crítica


Heridas, pastillas y desorden familiar

Unánime es la opinión acerca del reparto glorioso que reúne Agosto. Las disparidades aparecen y las voces se diversifican cuando nos remontamos al desarrollo de la proyección. Un melodrama familiar de ritmo lento, dialogado, discutido y gritado. Todos contra todos. La armonía como antónimo por excelencia del relato. La ambientación y la fotografía acompañan la opacidad turbulenta de las controversias que se dan entre los intérpretes, pero también satura.
Se trata de una obra escrita por Tracy Letts, ganadora de premios como el Pulitzer, que supo ser bien exprimida de forma exitosa en teatros de varios países. Cinematográficamente, John Wells toma la batuta desde la dirección y traslada las situaciones a la gran pantalla. Y cuando parece contar con todos los artilugios necesarios como para triunfar, la película acaba resultando una aglomeración de grandes figuras que, entre opulencias y exageraciones actorales, se queda en el camino por su reiteración de sucesos vinculados a la disputa constante.


La trama nos remite a la sorpresiva desaparición de la figura paterna (Sam Shepard) en una mansión que parece estar brotada de malas vibras. Su esposa (Meryl Streep) y adicta a las pastillas, recibe la visita de sus hijas, con sus respectivas parejas (y ex también) y demás parientes asociados. Una vez situados todos allí, comienza una interminable suerte de culebrón que se acentúa en escenas como en la que cada uno de los integrantes del elenco comparte la mesa. Una historia de rencores, de miradas fuertes y reproches ácidos, en donde la personalidad femenina se resalta como la más fuerte y verborrágica, pero también y en contraposición a estos impulsos, como la más sufrida. Desenfundar un conjunto de recriminaciones y críticas hacia la otra persona está a la orden del día, de modo tan acentuado y monótono que agobia y cansa al espectador.
Nadie duda de Meryl Streep, ni de sus condiciones para construir y compenetrarse con el papel que le toque. La protagonista se muestra mordiente, sincera, firme pero a la vez exagerada, ampulosa. Si bien aquí no defrauda, su sobreactuación puede suscitar, en muchos, la pérdida de enfoque o interés en el producto.
Un drama que más allá de sus interpretaciones sabe más agrio que dulce. Caprichosamente perezosa, Agosto transita una media hora inicial al borde de lo soporífero, tornándose algo más apetecible una vez pasados los primeros sesenta minutos, pero sin ocasionar esa extrañeza hipnótica de enlace con el público que alcanzan las narraciones de un ritmo similar.

LO MEJOR: el reparto.
LO PEOR: repetitiva, monótona. Agobiante, extensa y lenta. Olvidable.

PUNTAJE: 3,5

domingo, 16 de febrero de 2014

Philomena - Crítica


Madre misericordiosa

Otra película basada en hechos reales. Un drama que narra una crónica que es mucho más desgarradora desde cómo verdaderamente se lee que aconteció que de la forma en que es volcada a la pantalla. Philomena, súper nominada, enuncia viles acontecimientos y se anima a criticar a la iglesia católica y a su cerrado pensamiento, pero también destila valores y una muestra de condonación que quizás pueda encolerizar a muchos.
Philomena Lee (Judi Dench) es una señora irlandesa que, en su adolescencia, quedó embarazada. Ha “pecado”, entonces, bajo mandato y costumbres del convento, su hijo Anthony fue dado en adopción. Tras cincuenta años rompe el silencio y revela su secreto. Nuestra protagonista entabla relación con el periodista Martin Sixsmith (Steve Coogan de sobria interpretación) y juntos emprenden viaje hacia la búsqueda de Anthony.


Bajo la dirección de Stephen Frears, el film transita afablemente cuando nos enseña la contraposición entre sus personajes principales que, a pesar de sus claras diferencias ideológicas-religiosas, mantienen un buen feeling. El ateísmo versus la fe imponderable. Martin cuestiona todo lo que tenga que ver con la adoración a Dios; Philomena (y este es el aspecto que menor empatía puede en algunos generar con la figura que encarna), a pesar del terrible episodio que padeció, no pierde la fidelidad hacia el dogma. Ella se compadece de todo y elude cualquier sentimiento asociado al odio, al rencor, reemplazándolo con el perdón.
El director recrea unas cuantas secuencias en Súper 8 que reflejan recuerdos por aquel niño acogido por padres norteamericanos. Imágenes acompañadas de melodías que refuerzan la nostalgia pero a la vez y con el correr del metraje, reiterativas. Frears acierta cuando evita recaer en sentimentalismos empalagosos pero falla en los momentos que vira bruscamente hacia un intento de humor que, en su afán de quitarle dramatismo al asunto, entorpece la percepción del espectador.
Con las actuaciones del dúo que va a la cabeza de la cinta, Philomena suma puntos y cobra mayor atención y calidad. En cuanto al desarrollo, al relato le falta completar la fuerza emotiva o bien el salvajismo (por decirlo de algún modo) que se requiere en este tipo de historias y que aquí alcanza sólo en contadas secuencias.

LO MEJOR: las interpretaciones. El contraste entre los protagónicos.
LO PEOR: repetitiva de a ratos, cuando se invoca al pasado. La falta de una escala elevada de conmoción. Poco aprovechada teniendo en cuenta tamaño suceso real.

PUNTAJE: 4,5

viernes, 14 de febrero de 2014

La gran belleza - Crítica



Ese extraño gusto por la nostalgia

Refinada y sobria, la última película de Paolo Sorrentino es una invitación al deleite visual. Los planos, la dirección de fotografía y la estética que sugieren las imágenes son de un calibre altísimo. La historia, elegante aunque con excesos que pueden hacer perder el interés en ella, cuenta con unos cuantos pasajes extrañamente hipnóticos.
En La gran belleza hay una introducción que parece justificar el visionado del film para aquellos que no la disfruten. Una apertura poética con un leve panorama de Roma, seguido de una de las mejores secuencias de fiesta de los últimos tiempos, en donde la combinación entre la música (con el rémix Far L’amore de Bob Sinclair y Raffaella Carra que motiva e incentiva a pleno) y el desenfreno de los participantes de la celebración juegan una pasada impactante.
A lo Fellini, Sorrentino desmenuza temores y deseos del ser humano, en una narración en la que la palabra decepción parece ser el denominador común en cada individuo. Jep Gambardella (un enorme Toni Servillo) es un escritor que ha sabido cosechar una obra literaria suprema, pero en la actualidad de la proyección parece moverse sin demasiado optimismo, asistiendo asiduamente a reuniones, cenas y juergas con sujetos que sufren la misma crisis de la mediana edad que nuestro protagonista. En diálogos que parecen más bien lecciones dialécticas, la melancolía y el desencanto por una “dolce vita” que en verdad se presume vacía prevalecen con notoriedad.

                         

A Jep le preguntan por qué no ha vuelto a escribir un libro, a lo que responde que ha salido demasiado de noche. Las fiestas de las que forma parte el intérprete principal constituyen un modo de aislarse de toda frustración, sentimiento que reina en cada uno de los personajes en algún sentido de sus vidas. Todo tiempo pasado ha sido mejor, parece ser uno de los lemas de la cinta; la añoranza por lo vivido y el dejo a nada de una actualidad llena de reuniones y jolgorio pero insustancial en sí misma. Y en el medio, la búsqueda hacia una gran belleza que, entre el arte y la atracción por el sexo opuesto, aparenta no hacerse presente.
Sin embargo, la lámina de preciosismo con la que el director forra su obra, no acaba siendo suficiente cuando la cuestión se torna excesiva y repetitiva, con tintes casi surrealistas y un desenlace en parte insulso que es factible que deje un sabor semi amargo en las pupilas gustativas del espectador.

LO MEJOR: la estética, impecablemente filmada, la fotografía y los planos. Diálogos inteligentes, brillante y admirable actuación de Servillo.
LO PEOR: extensa y de a ratos tan repetitiva que hace perder el atractivo.

PUNTAJE: 7,3


miércoles, 12 de febrero de 2014

Capitán Phillips - Crítica


Tensión en el océano

Basada en hechos reales y con una atinada dirección de Paul Greengrass, Capitán Phillips sorprende con un relato vibrante que crece en nerviosismo a medida que los minutos avanzan. El director despliega su gran pulso narrativo a la hora de trasladar los acontecimientos a la pantalla certeramente, cooperando con la suba de tensión al valerse de una amplia gama de recursos técnicos.
El film nos remite a la historia de Richard Phillips (Tom Hanks), el capitán que comanda el buque carguero Maerks Alabama. En su expedición oceánica, el navío es interceptado por un grupo de piratas somalíes dispuestos a llevarse un buen motín de dinero. Se trata del primer asalto (exitoso) a un barco con bandera estadounidense desde comienzos del siglo XIX.
Capitán Phillips porta la audacia aventurera de películas como Kon-Tiki, por remitirnos a un ejemplo reciente de odisea en las aguas, pero traspasa ese simple encasillamiento por encuadrarse mayoritariamente dentro del thriller. Y allí entran en juego elementos como el suspenso, la rigidez, la negociación, la toma de rehenes, entre otros.


Tom Hanks es el principal sostén de la proyección. Nuestro protagonista expresa con total naturalidad y verosimilitud extrema sus sensaciones. Se preocupa, se incomoda, se angustia y se emociona. Con fruncir el ceño o con una mirada basta para comprenderlo. Y para creerle. Una fantástica actuación que le otorga un plus a lo que Paul Greengrass ya nos cuenta más que aceptablemente. Y los secundarios lo escoltan, colaborando gratamente para cerrar un producto redondo.
El creador de The Green Zone sabe aportarle un grado de tirantez a la cinta que se mantiene, en líneas generales, uniforme durante todo el metraje. Quienes ocupan el rol de villanos llevan la característica de la peligrosidad casi impredecible de sus acciones. Sujetos nerviosos, poco fríos para manejarse, amenazando constantemente y en una postura firme-ciega en cuanto a la persecución de sus objetivos. Todo encaja perfecto en la creación de una atmósfera tensa que ocasiona y conserva la expectación del público.

LO MEJOR: Tom Hanks. Cómo se narra la historia. Entretenida, con aires de buen thriller. Nerviosismo.
LO PEOR: su duración, algo extensa.

PUNTAJE: 8

domingo, 9 de febrero de 2014

Último viaje a Las Vegas (Last Vegas) - Crítica


Viejitos piolas

Últimamente al gran De Niro se lo ve en este tipo de papeles triviales, autoparódicos. En Last Vegas se le suman Michael Douglas, Morgan Freeman y Kevin Kline. Cuatro vejetes inmiscuidos en una comedia menor, de tono simpático y sin mayores atractivos que la mera presencia de sus protagonistas.
La historia, trillada, parte de una anécdota de nuestros intérpretes principales cuando niños. La placa nos enseña que, 58 años más tarde, algo los volverá a reunir: Michael Douglas anuncia su casamiento con una mujer a la que prácticamente dobla en edad, organizando qué mejor celebración que una despedida de soltero en Las Vegas.


Si se la analiza como un producto que invita al puro entretenimiento, la película es pasable, agradable y pasajera; tampoco posee una dinámica o desenfreno importante en sus escenas como para enlazar con fuerza al espectador. Si se la observa como comedia (género en que se encuadra), Last Vegas tiene sus pros y contras: no se trata de una cinta de carcajadas aunque alterne entre buenos y muy buenos gags; por otro lado, esos tintes humorísticos de a ratos pecan de previsibilidad, de inofensivos y de ampliamente conocidos.
Curiosamente, los momentos más divertidos quedan a cargo de Kevin Kline, concibiendo al personaje con mejores salidas y pases a la humorada. Robert De Niro no necesita esforzarse demasiado y le basta con sus clásicos ceños fruncidos y alguna que otra mueca que destile disgusto hacia una determinada situación. A Douglas le toca el rol más canchero de los cuatro, mientras que Morgan Freeman se percibe sobrio dentro de sus pasajes jocosos.
No hay nada que nunca se haya visto en el desarrollo argumental de la proyección, de hecho Jon Turteltaub le añade unas pizcas de drama y romance que desvían un poco la atención hacia una ladera que roza lo cursi. Factiblemente a la narración le falte el mismo vigor que al estado físico de las figuras, en un film que refleja burlonamente los achaques de la vejez y resalta la lealtad y los códigos de la amistad.

LO MEJOR: lejos de sus papeles recordables, pero los cuatro protagonistas. Algunos que otros momentos graciosos.
LO PEOR: no innova. Le falta fuerza, los gags son mayoritariamente tibios. Predecible.

PUNTAJE: 6,1

sábado, 8 de febrero de 2014

Grand Piano - Crítica


Quick fingers

Grand Piano es una película española con elenco estadounidense bajo la dirección de un Eugenio Mira que intenta resaltar tintes de intriga y de thriller como los elementos más incitantes al nervio. Provocar estrés y exasperación en el espectador es el desafío principal, algo que en el tráiler del film se presume de una forma y en el desarrollo de la proyección se termina sintiendo a otra escala, por supuesto menor.
Tom Selznick (Elijah Wood) es un joven pianista, el más destacado de su generación. La velocidad con la que sus ágiles dedos se posan sobre las teclas es admirable, pero lógicamente todo gran maestro suele tener una contra o suceso atormentador en su haber. Tom regresa a “las pistas” y el temor lo invade. No quiere decepcionar a su público ni a sí mismo. Una vez en el escenario y comenzando a tocar, entre las partituras encuentra una nota que lo amenaza de muerte si se equivoca en un solo compás.


La cinta porta una fotografía realmente impecable, excelsa y una ambientación oscura y sugerente como deben tener las narraciones que se encuadran dentro de este rubro. Como era de preverse, la música también tiene su rol relevante y colabora al momento de sumar unos puntos a favor. Técnicamente no hay nada que reprocharle; el problema lo hallamos cuando nos remitimos a las determinaciones que conlleva la historia.
Hay instancias, quizás de no tan mayúscula importancia, que no fueron debidamente estudiadas. Probablemente quienes estén familiarizados con la profesión de nuestro protagonista adviertan que es raro no probar el piano antes de iniciar el espectáculo o bien que extrañamente los pedales no son utilizados por Tom. Más allá de detalles menores, es cuestionable el nivel de concentración y eficiencia de Selznick para no confundirse mientras conversa y es intimidado constantemente por su acechador.
Grand Piano es entretenida. Vale remarcar que su escasa duración (80’, aproximadamente) es un acierto. En este aspecto y en cuanto al que se vale del uso de básicamente un solo escenario para la exposición de los hechos encontramos una similitud con Phone Booth, de Joel Schumacher. La diferencia, amplia por cierto, radica en el grado de tensión asfixiante que ocasiona la protagonizada por Colin Farrell respecto de la incompleta rigidez que acarrea la dirigida por Mira.
La película funciona como mero ejercicio de esparcimiento y distracción, más allá de resoluciones que, de tan discutibles, ponen en duda la aceptación de determinados inverosímiles que se pasan por alto en productos de mejor performance.

LO MEJOR: ambientación, fotografía y música. Dura poco. Mantiene, de a ratos, ciertos aires de intriga.
LO PEOR: situaciones de poca credibilidad. Le falta la tensión que requiere este tipo de género.

PUNTAJE: 6

jueves, 6 de febrero de 2014

Esto no es un film (This is Not a Film)


Condenado a no ser

Jafar Panahí está molesto, cansado del encierro. La cámara lo enfoca entretanto desayuna, se prepara un té, recibe al delivery de comida y alimenta a su iguana. También conversa telefónicamente con su abogada, se asesora y se informa. La situación lo inquieta y no es para menos. El iraní quiere hacer cine pero no puede. No lo dejan.
Mientras aguarda el veredicto final en su casa, nos cuenta acerca de algunas de sus películas anteriores, de puestas en escena, secretos y fragmentos que hasta reproduce en unos DVDs. La sentencia consta de 6 años de prisión y 20 de prohibición para dirigir. Panahí no mató ni robó a nadie pero cometió un “delito”. Al menos eso dictaminan desde la justicia. Jafar pensó distinto, apoyó a un grupo político opositor al de turno; entonces lo encasillan en conceptualización de “actividades contra la seguridad nacional”.


El artista al que le cortaron las alas. De eso se trata. Sus ideas están intactas, pero no las puede exteriorizar o materializar en una proyección que se lleve a cabo desde su dirección. No puede culminar de esculpir sus obras ni ordenar siquiera un “corten”. Pero el creador de El espejo se las rebusca y no toma la cámara: para ello lo llama al documentalista Mojtaba Mirtahmasb y le delega dicha función. Y a partir de allí da sus testimonios, despliega conocimientos y hasta se da el gusto de recrear secuencias del producto que no le permitieron concebir. Toma unas cintas y en un santiamén construye un escenario mientras ensaya, con énfasis y el guión en su poder, un puñado de diálogos. Y se frustra, se pregunta por qué puede contarlo pero no desarrollarlo. Se percibe natural, tampoco escandaliza ni se victimiza.
Es fin de año y los fuegos artificiales suenan fuerte. La gente está de festejo, en contraste con Jafar. Él juega con su celular, utiliza el modo de video y conversa con su colaborador. Y por las dudas aclara, que esto no es una película.

LO MEJOR: la propuesta, distinta, natural, sincera. La utilización de un audiovisual como modo de denuncia y forma de expresión. Los conocimientos del director.
LO PEOR: la curiosidad que despierta por momentos no se equipara con la revelación de detalles que espera el espectador.

PUNTAJE: 7

martes, 4 de febrero de 2014

Saving Mr. Banks (El sueño de Walt) - Crítica


Negociando con Travers

Saving Mr. Banks (el título local no termina siendo certero) resulta interesante por la línea narrativa con la que la propuesta se vuelca en la pantalla. Disney se publicita a sí misma desplegando un abanico de condimentos que en su conjunción cierran un producto afable.
La historia trata sobre la escritora P. L. Travers (Emma Thompson) y su dura negociación con Walt Disney (Tom Hanks) respecto de la cesión de derechos para la adaptación a la gran pantalla de la novela que creó acerca de Mary Poppins. Al bueno de Walter lo favorece una mala pasada económica de nuestra protagonista y, tras años de persecuciones e insistencias, la encuentra en sus oficinas a fin de concretar la producción. Pero Travers porta un carácter difícil de llevar y el asunto se va tornando cada vez más complicado.


La prolijidad es un aspecto sumamente destacado en la película. No hay nada que esté fuera de lugar ni de tiempo, ni tampoco se perciben pasajes de grandes lagunas argumentales. El plato fuerte se sirve a partir de la enorme actuación de Emma Thompson, cimentando un personaje que irrita por su terquedad y sus modales tan rígidos como detestables. Es que para Travers no hay peros que valgan y cada detalle tiene que hacerse como ella lo solicite, con una puntillosidad prácticamente insoportable. Los secundarios no desentonan (y sí entonan afinada y simpáticamente unas cuantas melodías pertinentes a la adecuación musical de Mary Poppins) pero quien también desempeña un trabajo importante aquí es Tom Hanks, con una presencia que se siente agradable en cada participación en el relato.
Técnicamente no hay nada que reprocharle y si bien la dinámica no es de lo mejor, se hace mayormente entretenida gracias al carácter de los diálogos y de las situaciones que se acontecen. John Lee Hancock apela además a unos efectivos flashbacks que nos permiten conocer el pasado de Travers, su niñez a cargo de un padre animoso con sus hijas pero con un revés vinculado al alcoholismo. Por medio de esos instantes podemos conectarnos con el costado afectivo y sentimental de Travers, una persona de apariencia fría y reticente con una infancia severa.
Saving Mr. Banks encuentra el equilibrio en lo emotivo: no recae en cursilerías pero tampoco conmueve a grandes escalas. Se trata de una cinta correctísima, cuidada y amena que no llega a trascender ni a calar hondo en el espectador.

LO MEJOR: la interpretación de Emma Thompson y Tom Hanks, en ese orden. Bien filmada, se narra de una manera que convence y agrada.
LO PEOR: no funciona más que como un producto llevadero.
PUNTAJE: 7