sábado, 29 de julio de 2017

Dunkirk - Crítica


Christopher Nolan ha transitado por diversos géneros al mando del guión y de la dirección, obteniendo siempre un resultado por encima de la media en calidad técnica, artística y narrativa, pese a que una gran cantidad de detractores se esmere en querer demostrar lo contrario despotricando contra cada una de las obras del director de Memento.
Dunkirk es tal vez la cinta que, de antemano, mayor incertidumbre podía llegar a generar en el espectador, puesto que se trata de una historia basada en hechos reales. Nolan se estaba encontrando, además, frente a un desafío importante y ante una valla difícil de pasar, teniendo en cuenta que nunca había abordado la temática relacionada a lo bélico. Es que los relatos de guerra suelen tener puntos en común y generalmente no se trata del género que más prefiere el público.


Puede que no sea la mejor proyección del cineasta británico, pero posiblemente sí se trate de la más madura de su filmografía, la más terrenal, por así decirlo. Existen muchos factores que se conectan entre sí para acabar cerrando una película redonda, realmente admirable y apasionante para los sentidos.
Sabemos que el creador de Inception tiene una especie de debilidad y facilidad para jugar con los tiempos, algo que demostró en la recientemente mencionada, también en Interstellar y en Memento. En esta ocasión vuelve a innovar para contar lo sucedido a través de tres historias que acontecen en diferentes escenarios y con duraciones distintas, pero son congruentes entre sí. Y lo hace con maestría, sumergiéndonos en cada una de las tramas a grandes niveles de enlace y con recursos variados que sobresalen tanto a nivel técnico como narrativo.


Dunkirk no se trata de un sinfín de secuencias estruendosas y sangrientas como quizás nos hayamos acostumbrado, en cierto modo, a visualizar en cintas que ahonden en la temática. El film sobre la operación Dinamo nos mete de lleno en la desesperación y en la angustia de los soldados ante una enorme adversidad. Para ello, se complementan a la perfección la fuerza de las imágenes, las sobrias actuaciones y la banda sonora de Hans Zimmer (apabullante, aguda y penetrante). Este último elemento juega un papel fuerte para acrecentar los niveles de rigidez que se exponen en pantalla.
Bellísima artísticamente, con una excelente utilización de planos que cumplen con su cometido a la hora de denotar asfixia, exasperación y emotividad a la vez, la obra de Nolan conquista y enerva. La tensión está muy bien lograda gracias a la presentación de situaciones que de tan claustrofóbicas se hacen sentir con gran peso. La cualidad para crear una atmósfera de nervio que ocasionan está cuidadosamente dosificada en  cualquiera de los escenarios en los que se desarrolla la historia: en cada uno de ellos hay un punto de inflexión o motivo de complicación.
Interesante resulta lo llevadero que se torna cada pasaje de lo que se nos cuenta casi prescindiendo de los diálogos; sin la necesidad de rellenar espacios con habladurías vacías, el peso recae en las expresiones de los rostros, en lo sonoro y en la sucesión de hechos desfavorables que ocurren conforme el avance del film.
Un reparto a la altura de las circunstancias (sorprende el jovencito Fionn Whitehead) como otro de los componentes a mencionar, aunque algún que otro leve declive en determinados tramos (por buscarle el lado negativo) cierran la generalización, a grandes rasgos, de lo que deja Dunkirk, siendo de esas proyecciones que maduran mejor en la mente a medida que pasan las horas, encontrando detalles significativos. 

Lo Mejor: la forma elegida para contar la historia. La banda sonora, la fotografía y la calidad artística del film.

Lo Peor: alguna intermitencia de enlace en ciertos tramos.

Puntaje: 8,9 / 10

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